Mi nombre es Kidney, aunque todo el mundo me llama Kid. Soy el encargado en una planta de procesado y reciclado de residuos. Es un trabajo sencillo si todo va bien. El problema es que no siempre va bien.
A veces se recibe más material de lo aconsejable para procesar, y esto genera un ritmo frenético en la actividad. Si no consigo gestionar todo ese flujo de residuos en un tiempo optimo, la planta puede colapsar, propiciando peligrosos daños en la infraestructura.
Hoy es uno de esos días.
La alarma comenzó a sonar a las 21.12 horas, una cantidad ingente de elementos comenzaron a llegar a la planta de procesado.
—¿Qué ocurre Bladder?
—Hay una entrada masiva de componentes, nos damos a vasto para reciclar todo el material entrante.
—¿De qué tipo?
—De fácil disolución, pero en una cantidad abrumadora.
—Inicia un procesamiento inicial rápido y evacua a la bolsa general de residuos la mayor cantidad posible, a ver si podemos contener esta avalancha.
—De acuerdo, me pongo a ello.
En la central donde trabajo, esta no suele ser una circunstancia constante, y llevo ya casi cuarenta años en el mismo centro, pero desde hace un tiempo, o bien viernes o sábado, se está convirtiendo en algo casi habitual, lo cual empieza a preocuparme. Someter a la planta de reciclado a estas condiciones de un modo recurrente, puede ocasionar daños en la infraestructura, algunos irreversibles, por no hablar de un colapso total del sistema.
—Blad, dime algo —Requerí información por el sistema de comunicación interno.
—Estamos derivando la mayor cantidad de desecho a la bolsa residual. Ahora tenemos otro problema, la bolsa está al noventa por ciento de su capacidad, a este ritmo en diez minutos, la bolsa estará llena y entonces si vamos a tener un problema —Informó mi ayudante con un tono de agitación propio del estrés.
—Está bien, primero una cosa y después la otra. Tenme informado —Cerré la comunicación.
Cuando el tanque residual se llena, el protocolo es claro: «Informar inmediatamente al estamento superior de la anomalía en el funcionamiento».
No me gusta tener que informar a mis superiores, luego vienen los sermones y las reprimendas, como si fuera culpa mía, cuando solo soy un gestor de los residuos que me vienen.
Aguantaré esos diez minutos de margen e intentaré solucionar el problema sin tener que solicitar la mediación de nadie.
—¡Kid!, estamos al noventa y ocho por ciento de capacidad.
—Recibido, ralentiza la depuración todo lo que puedas para retardar el envío de residuos. Vamos a aguantar unos minutos.
Empiezo a sentirme incómodo, una hinchazón se va apoderando lentamente de mí. Es lo normal con la decisión que he tomado. Puedo aguantarlo unos minutos sin propiciar daños severos.
Los segundos se hacen eternos y las dudas comienzan a asediarme.
—¡Kid!, la bolsa de residuos está bajando de nivel, acaba de comenzar a vaciar contenido.
—¡Bien! Restablece la velocidad de depuración e inicia el ciclo de nuevo, si hay alguna novedad me informas.
—De acuerdo jefe.
Uff, por poco, si esto sigue así tendré que informar al Consejo de Dirección, pero con el problema ya resuelto, para que tomen las directrices pertinentes. Ellos tomarán la decisión de seguir o no por este camino, es su problema, el mío es gestionar estas periódicas avalanchas lo mejor que pueda.
Disculpadme, pero con la tensión del momento no me he dado cuenta de que habláis español y me he presentado con mi nombre en inglés. Me llamo Riñón, y mi compañero es Vejiga, con esto de la globalización uno ya no sabe ni el idioma en que habla.
#díamundialdelriñón