Cuando alcanzé la edad pertinente hice la comunión. Tuve la misma explicación religiosa sobre el evento que pudiste tener tú.
Aquí voy a hacer una elipsis narrativa que se llama, y además le voy a poner unos puntos suspensivos porque me apetece …
Hace poco tiempo tuve la ocasión de asistir a una celebración familiar por parte de mi señora.
Los que me conozcáis, sabréis que una celebración familiar por parte de mi señora, lo que quiere decir básicamente, es que, todos los elementos: astros, la tierra, el sol, el mar, las montañas, el fuego y el viento, las estrellas , se conjuran para formar una suerte de aquelarre donde el despliegue de la familia Beteta, y todos los tentáculos que la rodean, alcanzan todo su esplendor y magnificencia.
Los que no habéis sido bendecidos con esta experiencia mística, pensaréis que soy un exagerado. Los que sabéis de que hablo, estaréis sonriendo.
Por no extenderme, diré que, en un momento de la celebración, el grupo musical que tocaba en el evento, el cual he de decir que clavó todos y cada uno de sus minutos de actuación, cierto es que contaba con una concurrencia, dispuesta a entregar su alma en un cruce de caminos, ocurrió.
Lo cierto es que hubo multitud de ocasiones donde esa conexión se produjo y con innumerables personas. En realidad, fue la hostia.
Me voy a detener en mi momento. Claro, es mi blog.
El momento en cuestión se produjo cuando el grupo interpretó una canción, la cual conozco desde hace muchísimo tiempo, cuando escuchaba casi de estraperlo los singles que mis hermanos mayores compraban, siendo yo un crio, aún recuerdo el pickup que teníamos en casa.
Me produjo mucha sorpresa que una canción tan antigua fuese tan conocida por toda la parroquia allí presente, donde convivíamos adeptos de Rosalía, con los de Leonard Cohen.
El hecho es que, en un momento determinado, más de un ciento de almas, con sus respectivas gargantas, o eso me pareció a mí, cantábamos a grito “pelao”, el estribillo de la canción.
Fue en ese momento cuando me giré y vi a un montón de gente bailando a cámara lenta, cantando, feliz, con unas ganas de disfrutar tremendas, todo se ralentizó, veía las caras, los ojos, sobre todo los labios, el tiempo se detenía, comenzó a avanzar casi tropezando, con lentitud.
Y me sentí pleno, exultante, fue breve, pero muy intenso, y muy hermoso.
He de decir que fue una situación extraña y para no entorpecer el entendimiento de lo que quiero expresar, diré que mi estado etílico y opiáceo en ese momento podría competir con el de cualquier fraile cartujo confinado en un convento, venga vale, elaborando cerveza.
Dicho lo anterior, en ese momento sentí el verdadero sentido de la palabra comunión. Todos los allí presentes estábamos siendo protagonistas de un momento único, especial y mágico, que quizás solo sentí yo, o no, o yo qué sé.
Unas semanas después, ya sabéis mi adicción a los musicales, visioné Rocketman y sinceramente, comparto una escena de la película que creo que puede haceros entender lo que os estoy contando. Visto desde el punto de vista del público, por supuesto, es un poco lo que sentí.
Aquí os lo dejo la canción en concreto, y el mágico instante.